miércoles, julio 16, 2008

MI AMIGO EL ASTRONAUTA

El 14 de noviembre de 1969, el “Intrepid” ---que así se llamaba el módulo de la nave Apolo XII-- se posó suavemente sobre la árida superficie de nuestro desolado satélite. Había sido un perfecto alunizaje en el Mar de Las Tormentas, a escasos 600 pies del “Surveyor 3”, nave no tripulada, que permanecía allí desde hacía dos años. Charles Conrad Jr., comandante del Apolo XII, fue el tercer hombre que caminó en la luna. Ya lo habían hecho cuatro meses atrás, el 16 de julio, Neil A. Amstrong y Edwin E. Aldrin Jr.



Algunos años después, conocí a Charles Conrad Jr, en ocasión de dirigir un comercial para la tarjeta American Express, en el que el célebre astronauta debía actuar como protagonista de la serie “¿Usted Me Reconoce?”. Ya retirado de la Armada, era un importante ejecutivo y prospero hombre de negocios.

Ocurrió en Caracas.

Ese día fue muy especial para mí, por haber podido contactar directamente a uno de los pocos humanos que han pisado la luna. Era algo tan notorio como si hubiese podido conocer a Cristóbal Colón o a Rodrigo de Triana.

La filmación tuvo lugar en el conocido restaurante “La Estancia”. Conrad debía decir unas pocas palabras en español, las cuales tuvo que aprender de memoria por no conocer el idioma. Adiestrado para lograr la excelencia en circunstancias mucho más difíciles que esa, no tuvo dificultad alguna para que su actuación fuese impecable.

Una vez finalizado el rodaje, quedamos solos sentados en una de las mesas. Conrad descansaba de la filmación, bebiendo unos sorbos de agua mineral. Mientras el personal recogía los equipos, tuve el privilegio de conversar privadamente con él.



No estaba hablando con un hombre común. Me encontraba ante un personaje que había logrado salir del Planeta. Que había caminado en la luna. Que había vivido la indescriptible experiencia de entrar al Cosmos y regresar sano y salvo. En fin, tenía delante de mí a un ser de leyenda, real y visible. Uno de esos pocos personajes históricos, que en el siglo XX habían asombrado al mundo, al realizar una hazaña que empequeñecía todas las epopeyas humanas anteriores.

Pude apreciar su sencilla y amable personalidad, adornada con un toque de buen humor. Bastante conocida es la anécdota que cuenta lo ocurrido al descender del “Intrepid” y pisar el suelo de la luna. Conrad --que entre todos los astronautas era el de menor estatura-- parodió las celebres palabras pronunciadas apenas cuatro meses atrás por su antecesor Neil Amstrong: “Este es un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”, diciendo: “Este pudo haber sido un pequeño paso para Neil, pero es uno muy grande para mi”

No pude evitar preguntarle qué había sentido al vivir aquella insólita experiencia de divisar a la tierra desde tan lejos. Me respondió que al ver a nuestro bello planeta azul suspendido en aquel negro firmamento silencioso, le invadió una mística solemnidad y un respeto, tan inmensos, que no tenía palabras con qué describir tal grandiosidad.

Para finalizar, le pedí que por favor me escribiera unas pocas líneas como testimonio de ese encuentro. En la mitad de un papel que pude conseguir a toda prisa, Conrad anotó de su puño y letra:

“To Aureliano, with best wishes: Charles Conrad Jr, Géminis V y XI Apollo XII, Skylab I” Este pequeño papel lo conservo enmarcado como un recuerdo especial

Han transcurrido ya varios años desde entonces. El 8 de junio de 1999, este hombre largamente entrenado para tripular naves fuera de la tierra, que había logrado acumular 1200 horas en el espacio, tuvo un accidente fatal en una carretera de Ojai, pequeño pueblo de Ventura City, California, al manejar su potente moto Harley Davison. Aunque sus heridas no fueron graves, murió en el hospital seis horas después, a causa de una incontenible hemorragia interna. Tenía 69 años.

Resulta por demás extraño el que la palabra “Ojai” signifique “luna” en la lengua indígena de los Cumash, primitivos habitantes de la región.

Y para hacer más extraña aún: esta coincidencia, una leyenda de la misma tribu asegura que “al morir un hombre prominente, su espíritu viaja hacia la luna”.